Esta es la cuarta entrega de nuestra serie de arte contemporáneo africano; puedes leer el primer artículo aquí, el segundo aquí y el tercero aquí.
William Kentridge (nacido en 1955 en Johannesburgo, Sudáfrica) lleva más de 40 años expresando su particular punto de vista sobre el mundo, y más en concreto sobre África y Sudáfrica, donde vive y trabaja.
William Kentridge. Drawing for the film «Medicine Chest» (Self-Portrait), 2001. Charcoal. SFMOMA – en Flickr, licencia CC BY-NC 2.0
Y sí, Kentridge es blanco, blanco africano de padres africanos. Sus padres fueron abogados antiapartheid y activistas por los derechos humanos, defendieron a Nelson Mandela y la familia de Steve Biko, y dieron asistencia legal de forma altruista a quien no podía permitírsela. William heredó esta visión política y social, que se refleja en su obra artística. Estudió Política y Estudios Africanos en los años 70, aunque ya desde su adolescencia formaba parte de la Johannesburg Art Foundation, cuyos principios no racistas debían de ser probablemente ilegales en el apartheid de la época.
Uno de los principales temas en la obra de Kentridge es la subjetividad. Nada es lo que parece y un mismo hecho puede tener diferentes puntos de vista. No solo puede, sino que debe tenerlos. No hay una historia única y uniforme, un tema que inspiró la creación de esta editorial. He aquí una escultura que forma parte de una serie llamada Rebus (2013): parecen dos, pero es una sola pieza y su forma visible depende del punto desde el que se mire:
William Kentridge. Rebus, 2013. Archivo de 2709 books.
Kentridge desarrolla una forma de expresionismo (similar a Edvard Munch, por ejemplo), pero usa poco el color porque le distrae. En cambio mezcla técnicas de dibujo con tinta, recorte y pegado de eslóganes o páginas de libros con la intención de poner en duda las certezas, usando los símbolos del conocimiento (tinta, libros).
William Kentridge. Untitled (Leaning on air), 2020. Archivo de 2709 books.
A menudo representa más las sombras que las figuras, recordando el mito de la caverna de Platón: de nuevo, todo es subjetivo. Y abundando en esta imagen, Kentridge compara sus creaciones con escribir una novela o crear una película; cada escena es un capítulo. Sus obras tienen una narrativa visual y, de hecho, muchas son imágenes en procesión, películas. Narrativas visuales en las que incluye personajes que viven (o vivirían) en Johannesburgo: santos, héroes cotidianos, personas que bailan en las iglesias, una banda de música, menores con una pala, personas marginalizadas, evocadoras de las epidemias de sida y ébola en África. Esta película multipantalla de 2015, More Sweetly Play the Dance, fue filmada en su taller y es una de las más representativas del enfoque social de su obra:
William Kentridge. More Sweetly Play the Dance, 2015. Archivo de 2709 books.
En otras obras, Kentridge muestra imágenes de la industria minera, que aún hoy día se explota en Johannesburgo, y aborda el concepto de zama zama. En lengua zulú, zama zama se traduce literalmente como «intenta, intenta», algo así como «quizá tengas suerte». Zama zama es sin embargo el nombre que se da en Sudáfrica a los mineros que trabajan ilegalemente en minas ya agotadas y cerradas, pero que todavía aprovechan las empresas de minería rozando los límites legales (léase zonas grises). Aquí el trabajo manual reemplaza las grandes excavadoras, creando enormes cicatrices no solo en el paisaje natural, sino también en la economía sudafricana. Lo llamamos trabajo en negro o economía sumergida: en una mina adquieren un doble significado, aún más tétrico si cabe. El propio autor nos explica con más detalle este concepto y una de sus últimas obras basada en él, City Deep, 2020 (en España se pudo ver en el CCCB de Barcelona).
En este vídeo también se aprecia levemente la música, otra de las claves en la obra de Kentridge. No solo ha compuesto vídeos, sino también óperas e instalaciones musicales en colaboración con compañías de teatro y músicos. Como ejemplo, uno de los fotogramas de More Sweetly Play the Dance incluye la información musical, con datos sobre la composición (Johannes Serekeho), la coreografía (Dada), sobre quién toca la música (The African Immanuel Essemblies Brass Band), sobre quién se encarga de la percusión (Tlalte Makhene), o sobre las voces (Bham Ntabeni, Moses Moeta). Una de sus instalaciones presentadas en el Mudam (Luxemburgo, 2021) es Almost don’t tremble (2019), una escultura de cantos y sonidos que llenaban el museo. Los megáfonos representan la época de resistencia al apartheid, así como las primeras tecnologías de grabación del sonido.
William Kentridge, Almost don’t tremble, 2019. Archivo de 2709 books.
Kentridge es hoy un artista reconocido en todo el mundo: cuenta con colecciones permanentes en el MOMA de Nueva York y la Tate Modern de Londres, ganó el Premio Princesa de Asturias de las Artes en 2017, es miembro de la American Academy of Arts and Sciences y ha recibido un sinfín de reconocimientos. Y sin embargo, una de los aspectos que más aprecio de él es su didáctica: cerraré este artículo con sus seis clases de dibujo, que pueden consultarse en línea de forma gratuita.