La «palabre»

Autora invitada: Alejandra Guarinos Viñals (*)

Tal y como adelanté en mi último post, el término palabre utilizado en el África subsahariana procede etimológicamente del español, sin embargo su significado original evolucionó para terminar dando nombre a toda una institución. La palabre representa un modelo de justicia democrática, que funcionó en parte de ese continente desde tiempos inmemoriales, gracias al cual numerosas comunidades africanas han sabido organizarse y respetarse.

La palabre aludía a la institución que regía la vida comunitaria de un pueblo por medio de asambleas en las que se trataban temas que afectaban a sus habitantes. En ellas se planteaban asuntos tan dispares como bodas, producción de las cosechas o disputas con aldeas vecinas. Por lo general, para los problemas más conflictivos o relevantes se reunían los habitantes del pueblo (hombres y mujeres), el jefe, responsables políticos, asociaciones, sabios y jueces.

Durante la sesión, todo el mundo podía exponer su opinión sin importar la jerarquía: un campesino tenía la misma consideración que un experto. Un portavoz se encargaba de moderar el debate, asignar los turnos de palabra y evitar que nadie monopolizara el tiempo. Había una regla fundamental que nadie podía saltarse: mientras uno hablaba el otro callaba. Se establecía así un diálogo permanente entre unos y otros que daba lugar a largos y acalorados debates. Huelga decir que el arte de la oratoria era un bien muy preciado en tal contexto y los menos dotados podían suplir sus carencias contratando a cicerones para que los representasen. Los proverbios, las parábolas y los mitos jugaban un papel primordial ya que constituían un referente para el pueblo.

Estas reuniones podían durar días o semanas porque cualquiera de los presentes podía opinar, pero el fin justificaba el tiempo invertido: había que llegar a un compromiso para restaurar el buen entente entre vecinos. No se pretendía sancionar ni castigar al culpable, sino encontrar una solución ideal para ambas partes en busca de la paz social. Una vez el jefe comunicaba la decisión, nadie la cuestiona, se acataba sin más. La palabre no tenía un reglamento escrito, se basaba en usos, costumbres y jurisprudencia, pero su funcionamiento era conocido por todos. Esta institución estuvo en vigor en el África Negra durante siglos hasta la llegada de los colonos, que implantaron el sistema jurídico occidental. En la actualidad, en ciertos países todavía conviven ambos sistemas por cuestiones prácticas: en las zonas rurales, la palabre es una justicia de proximidad más cercana a la realidad.

Una vez claro el concepto de palabre —del que se desprende el espíritu de diálogo y de respeto al otro en aras a la convivencia pacífica— y retomando el post anterior, la traducción de arbre à palabres por «árbol de las palabras» queda algo menoscabada puesto que no recoge toda la simbología que el término posee para para muchos habitantes del África subsahariana. ¿No hubiera sido más apropiado traducirlo por «árbol de la democracia» o «árbol de la gobernanza»?

 

(*) Alejandra Guarinos Viñals es la traductora al español de la obra de Venance Konan. En estos momentos trabaja en la novela de Fatou Keïta Et l’aube se leva. Con esta colaboración continuamos la serie «Traduciendo África(s)» que, en tono desenfadado, nos permitirá acercanos a las culturas africanas tomando como base sus traducciones publicadas en 2709 books y noticias de actualidad.

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