Una pregunta más o menos recurrente en este (casi) primer año de vida de 2709 books ha sido por qué no estamos en Amazon. Nos la han hecho amigos, lectores y editores. Y me la sigo haciendo yo misma: sigo intentando resolver este dilema coherencia/presencia.
No soy una detractora de Amazon en su conjunto y, de hecho, hay varios motivos por los cuales nuestros libros tendrían que poder comprarse en Amazon.
Para empezar, la obligación intrínseca al acto de editar: hacer pública la obra de un autor. Y para ello, cuantos más canales de venta y de promoción estén en juego, mejor. Amalia, editora de Sinerrata, explica bien en este post el concepto de «encontrabilidad» y cómo puede influir en la difusión de los libros.
Además, Amazon es el rey del comercio electrónico, tiene millones de usuarios y su lector Kindle es uno de los más utilizados. Es más, sería injusto negar que gracias a Amazon hoy hay millones de lectores digitales en el mundo: porque apostaron por ello, porque su sistema de compra es fácil y eso hace que la experiencia del comprador sea satisfactoria y repita. Quien compra libros en Amazon, sigue buscando libros en Amazon y, si da con el que busca o se encuentra con otro gracias a una recomendación, existe una buena probabilidad de que lo compre (o, al menos, de que investigue de qué va ese libro recomendado).
Y quizá algo aún más fundamental: muchos pueblos y ciudades de pequeño tamaño no tienen librerías y Amazon ha conseguido hacer llegar libros en papel a muchos lugares del mundo. Esto, tan obvio, se nos olvida con demasiada frecuencia: me di cuenta viendo el documental Écrivez, on s’occupe du reste. La littérature selon Amazon.
Entonces, ¿cómo decir no a Amazon?
Existe una razón relacionada con la «encontrabilidad» muy asociada a la literatura que publica 2709 books: narrativa africana. Nuestros libros se perderían entre los miles de eBooks y el algoritmo de recomendación no llegaría a través de los libros que encabezan las listas de ventas de Amazon: 25% de autoedición y modas literarias (vampiros, fantasía o sexo-light/romántica, por ejemplo). Apunto que no tengo nada en contra de estas modas literarias, pero lo son y las producen las grandes editoriales porque saben que se venden muy bien.
Más allá, existe un motivo para mí fundamental como editora independiente de narrativa poco conocida y poco comercial: la coherencia o la búsqueda de equilibrios cuando la coherencia al 100 % es imposible (es imposible). ¿Cuido mejor de los intereses de los autores que edito si vendo a través de plataformas que ahora abusan de su posición de (cuasi)monopolio para imponer sus reglas, sus precios y enfrentar a los autores con sus editores? ¿Mi obligación como editora es plegarme a la realidad pura y dura del mercado, vender en Amazon y obviar una posible destrucción a medio o largo plazo de la diversidad cultural a la que intento contribuir? ¿Debo aprovechar el momento en el que la literatura africana empieza a estar más presente y vender en Amazon sin más dilación?
La búsqueda de este equilibrio que permita la presencia/«encontrabilidad» y, a la vez, la defensa de la diversidad y el respeto de los derechos es muy compleja. Y nunca se acaba.
Un interesante artículo publicado en ActuaLitté (Si des clients d’Amazon mieux informés décidaient d’aller voir ailleurs ?) resume los usos más controvertidos de Amazon y finaliza con una esperanza que comparto:
¿Otro mundo es posible?
Ninguna ley, reglamentación u obligación hará plegarse al gamberro disfrazado de Robin Hood. Entonces, ¿nada es posible? No está tan claro. ¿Y si los clientes de Amazon, mejor informados, decidiesen buscar, por el mismo precio, en otros lugares? (Es una posibilidad: el editor fija el precio del libro y, por lo tanto, es el mismo en todas partes). ¿Y si ejerciesen su poder (de compra) favoreciendo a los actores responsables, respetuosos, virtuosos? ¿Y si el movimiento se amplificara? Se darían cuenta de que comprar es votar, que constituye el único mecanismo de presión eficaz frente al operador rebelde. Redescubrirían que, en el fondo, el cliente es quien decide, el cliente-rey, el que tiene la última palabra. ¿Utopía? Está en sus manos, en vuestras manos*.
Tengo esperanza porque hay editores que no se han plegado a las condiciones de Amazon. El ejemplo, en España, es Alejo Cuervo y Lektu.
Tengo la esperanza de que otro mundo es posible, pero pasa por la complicidad de los lectores y compradores. En momentos en los que las democracias fallan, también en el ámbito del libro, leer y comprar es elegir, es votar.
Y pese a la esperanza, los equilibrios quizá nos lleven a estar también en Amazon. Aunque podréis votar comprando en nuestra web, y así contribuiréis a mejorar las remuneraciones de nuestros autores y traductores, o en Lektu, cuya filosofía compartimos.
* Traducción libre de un fragmento del artículo de ActuaLitté mencionado.
En primer lugar, muchas gracias por la mención en el post y la referencia al blog de sinerrata. En cuanto a la reflexión que haces aquí, creo que publicar (editar) es, entre otras cosas, una cuestión de principios y por tanto todas las decisiones que tomamos alrededor de esta actividad deben estar también basados en ellos. De esa forma damos identidad a nuestras pequeñas editoriales, a nuestros incipientes catálogos. A veces renunciamos a algunos de estos propósitos, como tú bien dices al final de la entrada, por una cuestión de equilibrio pero siempre buscando continuar esa línea que nos define. Excelente artículo, Marina, muchas gracias y un abrazo.
Hola, Amalia. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices. Editar es una cuestión de principios, que se reflejan en nuestros catálogos y en nuestra manera de gestionar la empresa. Los equilibrios pueden hacernos renunciar a algunos propósitos, con un objetivo de difusión de la obra de nuestros autores, pero no a los fundamentos sobre los que construimos nuestras pequeñas editoriales. En un mundo (editorial) globalizado, es una forma de resistencia necesaria.
Gracias a ti por compartir siempre tus experiencias, en el blog o en directo. Un abrazo.