Esta mañana, en la sección Club de Lectura de A vivir que son dos días, el programa de la Cadena Ser, Óscar López ha concluido su recomendación de lectura de la novela Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie, con esta frase: «Es una preciosa historia de amor, maravillosamente escrita». Podéis escuchar la sección en la fonoteca del programa (minutos finales de «Voy, de Gabi Martínez» de 10.05.2014).
La recomendación ha sido brevísima, apenas treinta segundos. Los tiempos que, imagino, corresponden a la radio. En ella ha nombrado una sola vez Nigeria, haciendo alusión a que es un país del que se habla mucho en estos días. Y hasta aquí toda referencia a que es una obra escrita por una escritora nigeriana, es decir, a que se trata de literatura africana. Ninguna alusión al galardón que obtuvo la autora en marzo pasado: el National Book Critics Circle Award. Ninguna referencia al trabajo que, en los últimos años, ha llevado a cabo Adichie para dar visibilidad a la literatura africana a través, por ejemplo, de la conocidísima e inspiradora charla TED acerca del peligro de la historia única.
Me ha alegrado la mañana la «presencia» de Adichie en un programa español de radio con tantos oyentes y me ha hecho pensar, otra vez, en el concepto de literatura africana. Desde esta mañana me asaltan preguntas sin respuesta…
¿Recomendar la lectura de una novela africana en España pasa por no decir que es de un autor africano? ¿Cala mejor la recomendación si se obvia este dato? ¿Es más adecuada la sinopsis «historia de amor» que otra que haga alusión a la importancia de esta novela como paso para la normalización de la literatura africana en la literatura mundial? ¿Se ha generalizado tanto la lectura de autores africanos que ya no es necesario hacer alusión a este detalle? Y más allá, ¿cómo debemos acercarnos a la literatura africana? ¿Buscando una historia o buscando una historia africana?
Dar a conocer historias africanas es normalizar la presencia de otros modos de ver, pensar y sentir el mundo para completar los estereotipos de la cultura occidental predominante. En este sentido, sí es necesario hacer alusión explícita al hecho de que una novela y un autor son africanos.
Por otro lado, presentar una novela como africana supone arriesgarse al rechazo en base a estos estereotipos: si es africana, hablará de pobreza, de guerra, de niños soldados. Un buen ejemplo lo recoge este artículo del blog Literáfrica, a propósito de la traducción de la novela Ghana must go, de Taiye Selasi, publicado en España por Ediciones Salamandra:
El cambio del título en los diferentes idiomas ha sido algo interesante de observar […] Y ha sido especialmente interesante el caso de aquellos países en los que no han querido poner la palabra Ghana en el título porque inclinaría al lector a pensar que es una novela sobre África, es decir, sobre pobreza, hambre, guerra o safaris. Es triste, la verdad. [Fuente: El Periódico-Manuel López -Ligero]
Me inclino a pensar que hoy sigue siendo necesario hablar de literatura africana como tal y dar valor al hecho diferencial de acercarnos a historias con protagonistas africanos. Quizá no sea la mejor estrategia comercial, quizá es más fácil recomendar historias de amor, pero creo que sí es un paso necesario para contribuir a la diversidad en la literatura y en el mundo.
Difícil (interesante) y espinoso tema. A menudo le doy vueltas… pero no demasiadas, la vida es demasiado breve. Un abrazo.
Gracias por tu comentario, Sonia. Es un tema recurrente para los que trabajamos en la difusión de las letras africanas e incluso cada autor tiene su visión sobre qué es la literatura africana. Seguiremos trabajando y dándole vueltas (a ratos). Un abrazo.