Nobel, literatura africana y equidad

Los autores africanos no han acaparado los premios Nobel de Literatura. Desde 1901, este premio se ha entregado a 111 escritores y solo cuatro de ellos han sido africanos: John M. Coetzee, de Sudáfrica, en 2003; Nadine Gordimer, también sudafricana, en 1991; Naguib Mahfouz, de Egipto, en 1988; y Wole Soyinka, de Nigeria, en 1986. Todos, excepto Mahfouz, con obras escritas en inglés.

Sin embargo, últimamente se habla más sobre literatura africana y, lo más importante, se leen más libros de autores africanos. Y también llegan los premios: la más mediática y laureada quizá sea Chimamanda Ngozi Adichie. En los últimos años ha ganado el Commonwealth Writers’ Prize, el Hurston/Wright Legacy Award y el Orange Prize con sus primeras obras. Con su última novela, Americanah, ha conseguido el National Book Critics Circle Award y el Chicago Tribune Heartland Prize.

En los días previos a la concesión del Nobel de Literatura de este año, estuvimos charlando en Twitter con María R. Fernández Ruiz ( ), traductora de La casa del hambre, de Dambudzo Marechera, publicado por Sajalín Editores.

Nuestro favorito (no podía ser de otra manera) era el escritor keniano Ngugi wa Thiong’o: novelista, periodista, ensayista, editor, dramaturgo, profesor y activista keniano que ha pasado más de veinte años en el exilio.

Y, entonces, llegó la pregunta de María R. Fernández: ¿Acaparan [algunos autores africanos últimamente] los premios por discriminación positiva y compensación histórica?

La primera respuesta que me vino a la cabeza fue no. Más allá, me negaba admitir que un escritor pudiese ganar el Nobel por algo que no fuese su calidad literaria y su aportación a la literatura-mundo. Y esto pese a que nada más y nada menos que 14 autores franceses han ganado este premio, lo cual nos puede llevar a pensar que quizá peque de un exceso de eurocentrismo (la obra de Modiano retoma la Segunda Guerra Mundial, la Ocupación, la Resistencia, Francia, Alemania…).

Pero ¿por qué no sería admisible la discriminación positiva para la concesión del Nobel de Literatura? ¿Por qué no aplicar la equidad para colocar las literaturas y las lenguas africanas en el tablero? Si la equidad consiste en llegar a la igualdad tomando como base la especificidad y dando lo necesario a cada uno en función de sus necesidades (pero no lo mismo a todos, ya que así se mantendría la desigualdad), ¿por qué sería incorrecto aplicar esta medida en literatura? Si hasta ahora las literaturas africanas no han pertenecido al canon, por desconocimiento o por desinterés, ¿por qué no rectificar? ¿O acaso no hay, entre 55 países y 2000 lenguas, autores cuyas obras reúnan la calidad necesaria?

La Academia Sueca, en base a criterios de equidad, podría contribuir a la visibilidad de las literaturas africanas sin por ello renunciar a la calidad literaria del conjunto de la obra galardonada. Más allá, si tenemos en cuenta que parte de la obra de Thiong’o está escrita en kikuyu, la concesión del premio podría haber impulsado las lenguas africanas y llamar la atención sobre la necesidad de preservarlas como forma de garantizar la diversidad y la descolonización de las mentes por la que abogó el autor hace tiempo.

Un mundo sin literatura africana es un mundo incompleto. Necesitamos otras historias, otros protagonistas que ayuden a conformar una literatura de verdad universal y completen nuestra visión del mundo. Para crecer, necesitamos contar con otros autores que garanticen la diversidad lingüística y cultural. Y para ello, necesitamos darles el lugar que merecen y que se les ha negado desde Occidente.

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