Publicado en El sabor del cerdo agridulce el 21.09.2017. Autor: Chiqui Palomares.
J Me envió con suma cortesía la editorial 2709 books, a través de Javi de Ríos, un ejemplar de Afrofuturo(s), una antología de «distopías para reexaminar el pasado y cuestionar el presente, desde una perspectiva afrodescendiente».
Tenía curiosidad por leer ciencia ficción africana porque tengo muy poco conocimiento de la literatura de esa región, más allá de algunos autores de Sudáfrica que no sé si son muy representativos del continente. Ya es curioso ignorar por completo tan vasto territorio. Esta antología viene a paliar, aunque sea de una manera pequeña, tal desconocimiento.
El volumen consta de cinco relatos que exploran con diferentes sensibilidades mundos no muy lejanos, ajenos a la space opera o de la Humanidad en el año 45 678. Me ha sorprendido no encontrar temas o acercamientos característicos, como sí sucede cuando leo ciencia ficción de asiáticos o descendientes de asiáticos (Ken Liu, Alyssa Wong). No sé qué esperaba, la verdad, no tenía nada concreto en la cabeza, pero creía que habría algo de, perdonadme la expresión, negritud, y no he sido capaz de reconocerlo.
Tras un inicio vacilante (no me gustó el primer relato, un largo diálogo que me pareció algo inocente como obra narrativa), el volumen gana vuelo con el segundo cuento, un fascinante relato de Sheree Renée Thomas sobre una bailarina profesional que presta sus movimientos a la cantante pop de fama mundial. Inquietantemente cercano a lo que sucede ahora, muy Black Mirror (es difícil no comparar la literatura prospectiva con Black Mirror últimamente), al igual que sucede con el relato que cierra el libro, Para chicas digitales que beben tónica en el bar cuando Purple rain no basta, de Ytasha L. Womack, una especie de cuento cyberpunk posmoderno. Dos autoras que creo que merece la pena seguir porque incluso en pocas páginas demuestran que tienen algo especial, una visión distinta y un estilo sencillo pero inspirador que me da produce cierta envidia.
Los otros dos relatos, Continuum, de Zak Waweru, y La última transmisión, de Ivor W. Hartmann, son eficaces y están bien tramados, pero están por debajo del nivel de los otros dos, para mi gusto.
Echadle un ojo porque creo que a pesar de que puede asustar al principio por lo específico de la propuesta (en plan vamos a ver un ciclo de cine checoslovaco de los años 50) en realidad los temas que se tratan son universales y la manera de abordarlos muy accesible.