Publicado en Literáfrica el 07.06.2016. Autora: Sonia Fernández Quincoces.
Con un doloroso flashback, así comienza Amanecía. De este modo se asegura la escritora que no dejemos la lectura una vez comencemos a pasar las primeras páginas y nos encontremos con su protagonista. Porque la voz de Shina, la joven hija del primer ministro de un país llamado Bahía de los Cocodrilos y parte de la alta sociedad de Transville (nombre este último, nos lo corrobora Ángeles Jurado Quintana en su impecable prólogo, bajo el que se esconde un calco de Abiyán), nos va a enervar (voy a ser comedida) con la historia que sigue, con sus gestos y sus inacciones.
Por que la tal Shina tiene todo para disgustar; le sale el dinero por las orejas, ha estudiado en el extranjero, es culta, inteligente y además, bella. Pero, sobre todo, porque desde el comienzo inquieta su inconsciencia al no darse cuenta (¿o es no querer?) de que pertenece a un mundo erigido desde la injusticia y que la situación privilegiada que ostenta se debe a la falta de escrúpulos de su padre miembro de un gobierno corrompido y violento. Hasta el día en el que se encuentra con Éloé, un niño de la calle.
Fatou Keïta nos muestra el cambio progresivo que va dando Shina, desde la joven que se pasea hermética y ciega en uno de sus tres coches de lujo hasta la mujer que elige al niño pelirrojo y se acaba haciendo cargo de él y convirtiéndose en madre. Por el camino descubrirá el amor, cambiará de amistades y prioridades e irá desenmascarando la hipocresía y la frivolidad de la sociedad en la que se mueve y el abuso y los tejemanejes de los políticos que les gobiernan.
Una novela se puede apreciar desde muchos prismas. Fatou Keïta no nos va a encantar con una prosa magnética, llena de palabras escogidas y frases con sonoridad. No. Sin embargo, ha logrado algo excepcional al aunar a un texto ágil, entretenido y lleno de giros (a pesar de algunos párrafos que desentonan) una serie de temas e inquietudes profundas (aunque enumeradas parezcan excesivas), hasta formar un completo mosaico que desnuda a la sociedad marfileña, y en particular a la de Abiyán, y da un repaso a su pasado político más cercano sin meter la cabeza debajo de la tierra.
Fatou Keïta mira a los suyos y les da la vuelta, observa a su alrededor y señala en voz alta entre los propios africanos. Así, nos describe su país en la fecha previa al primer golpe de estado (1999), «Aquí no había guerras ni hambre […] la perla de las ciudades africanas, «El pequeño París», como decían algunos», mientras el líder de la oposición se pudre en la cárcel. Los desmanes, la persecución y los enfrentamientos que acaban librándose a machetazos nos descubren un lugar en el que se ha decidido sepultar el diálogo para hacer reinar la imposición y acabar en brazos de una búsqueda de identidad que les dividirá aún más.
Pero además, la narración se va adentrando en un buen ramillete de cuestiones morales que se abren ante el lector, planteadas desde un formato sencillo, a menudo con preguntas, gracias a un texto en gran parte trufado de diálogos que le aportan ligereza y que logran que el armazón de la historia pueda llegar a condensar una importante cantidad de dilemas y también problemáticas sin desmoronarse: SIDA, blanqueamiento, cirugía estética, ayudar o no y cómo hacerlo, pobreza extenuante, violencia de todo tipo, la situación de la mujer…
Amanecía viene acompañada de una estupenda imagen en su portada (la editorial 2709 books cuida todos los detalles, también este). Lo que me da pie a hablar sobre ella, de esa sombra infantil que veo frágil y hermosa, condenada a saltar y jugar en el duro asfalto de la calle, ajena, y que intuyo está a punto de desvanecerse en cuanto dé el siguiente salto engullida en las tinieblas. No es extraño que Fatou Keïta, una escritora que entiende, creo, la escritura como compromiso, como denuncia, y cuya trayectoria literaria la ha generado en el ámbito infantil y juvenil les haya incluido en esta su segunda novela. «No invento nada», dice en una entrevista. Esos seres existen, al igual que esos barrios de infraviviendas que una tormenta descompone llevándose cientos de vidas, esas mujeres enfermas y abandonadas, esos niños durmiendo encima de los cartones húmedos y fríos debajo del puente, expuestos, indefensos. Todos forman parte de una realidad a la que se ha cerrado las puertas. Keïta lo tiene comprobado y observa las consecuencias: una sociedad que engendra odio y violencia solo puede producir lo mismo. Y lo que le acaba ocurriendo al niño Éloé es una buena muestra de ello.
Fatou Keïta, una escritora marfileña que escribe desde África y cuyo primer libro Rebelle sobre la ablación es lectura obligatoria en los centros escolares de su país, hace limpieza en casa y logra que nos sintamos conmovidos por la historia. Da pavor abrir ciertas puertas pero es irremediable hacerlo, parece decirnos. Ella ha mostrado, a través de una mirada muy lúcida, un buen puñado de orígenes para intentar salir de la oscuridad. Una autoreflexión necesaria. Y muy de agradecer.
«Los ricos plantaban césped y cercaban los lugares destinados a los transeúntes mientras que, en los barrios populares, las aceras estaban atestadas de vendedores que se disputaban el más mínimo espacio para colocar una mesita o una cesta y poder trapichear.»