Publicado en Salamandra negra el 05.07.2019. Autora: Maya Velasco Natalías
Murambi, el libro de los huesos nos cuenta uno de los genocidios más grandes de la historia. Sobre Juvénal Habyarimana. El Gobierno y los interahamwe, solo necesitaban una excusa. A partir de ese momento de realiza una matanza ordenada casa por casa y calle por calle para no dejar testigos vivos que luego puedan contar los hechos. 800.000 personas fueron cruelmente asesinadas por el hecho de ser tutsi. El 6 de abril de 1994 derriban el avión del presidente. No paré de pensar qué estuve haciendo yo aquel verano del 94. Dios mío, ¡qué estábamos haciendo todos! Al parecer el mundo veía el Mundial de fútbol de Estados Unidos mientras todos estos seres morían. A cualquier persona de mi entorno a la que he preguntado qué pasó, me dice que se mataban entre ellos tutsis y hutus. Eso es lo que pensamos entonces todos sin preocuparnos más sobre el tema. De eso trata esta novela: de remover conciencias.
El autor consigue que, a pesar de que el tema sea tan duro, se trate desde un profundo cariño a las víctimas. En 1998, Boubacar Boris Diop, senegalés, viajó a Ruanda para obtener testimonios del genocidio. Sobrecogido, visita los montones de huesos, recibe a gentes que acuden a contarle sus experiencias. La enormidad de la realidad que visita le hace convertir todo en una novela donde ciertos personajes inventados serán la voz de las víctimas. Su estructura fragmentada responde al deseo de simbolizar la gran cantidad de destinos que tuvieron todos ellos.
La narración la hacen nuestros personajes de manera que podemos ver el punto de vista de todos ellos. Los tutsis que salvaron la vida, como Jessica o Stan, tras luchar por su causa en países extranjeros, creen que la vida debe seguir. Los milicianos interahamwe piensan que los tutsis merecen la muerte solo por serlo, su única razón de ser es matar. Por su parte el Gobierno ordena no dejar a nadie vivo para que no les pueda salpicar a ellos. Una figura estremecedora es el doctor Joseph Karekezi, que, como los demás cuando el FPR (Frente Patriótico Ruandés) empezó a ganar terreno escaparon a otros países para ponerse a salvo.
El eje central de la novela se articula alrededor de la vuelta de Cornelius tras su exilio. Vuelve para intentar entender todos los sucesos y comprobar que la población superviviente no siente odio, solo miedo. Pero descubrirá en la historia de su propia familia hasta qué límites puede llegar el horror. Cornelius piensa en la historia de Ruanda y se da cuenta de la falta de orgullo que hasta ahora ha habido en sus habitantes.
En Cornelius encontramos también la culpabilidad del que ha sobrevivido, tantas veces observado en los judíos tras el Holocausto. Este sentimiento es aún más claro en el caso de Grumete, personaje que presenció las matanzas de la Escuela Técnica de Murambi, donde murió la familia de Cornelius, para luego comenzar a luchar por la liberación del país («En la colina de Muyira, cada uno de nosotros podía leer en la mirada del otro el orgullo de pelear, de negarse a dejarse conducir dócilmente al matadero como el ganado»). En la Escuela Técnica se dejaron todos los cuerpos a la vista para que todo el que pasara por allí pudiese juzgar y ver las dimensiones de lo que pasó.
Según nos cuenta en una entrevista realizada al autor, el genocidio hizo de Ruanda lo que es hoy: un país con recursos económicos que lucha por sí mismo. Los dirigentes son íntegros y su primer objetivo es la libertad. No quieren dejarse aconsejar por países externos.
Otro tema importante que nos hace ver Murambi, el libro de los huesos es la implicación de Francia. Este país, modelo de la libertad, procuró las armas con que se asesinaría a los tutsis. El autor subraya el papel de las lenguas, dado que Francia en el fondo luchaba por el territorio en el que se hablaba la suya. El autor subraya la importancia de escribir y hablar en wolof que debe ser su dignidad.
«Nuestra existencia es breve, es un rosario de ilusiones que estallan como pequeñas burbujas en nuestras entrañas. Ni siquiera sabemos a qué juega con nosotros la vida, pero no tenemos nada más. Es lo único más o menos seguro en esta tierra.»
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