Amanecía, de Fatou Keïta

Publicado en Susurros de bibliotecas el 09.10.2016. Autora: Susana Gómez.

Un segmento es la porción de recta limitada por dos puntos, llamados extremos

Nos encontramos ante un relato extremadamente realista, donde los acontecimientos trágicos no solo son los encargados de impulsar hacia adelante la historia, también son el punto de inicio y el final. Delimitan un fragmento de la vida de la protagonista, el más importante ya que implicará un gran cambio en la percepción de su entorno y que marcará su mundo de ahí hacia adelante.

Al comienzo nos encontramos con Shina, cuando lleva un par de días sin salir de casa. Como ya he dicho, un suceso trágico es el punto de inflexión que marca el comienzo de esta novela, el medio utilizado para hacernos retroceder junto con sus recuerdos a veinte años atrás. Haciendo uso de esa narración preactiva, iremos conociendo los momentos más importantes de la vida de este personaje y posteriormente, la relación que se creará entre ella y un niño de la calle, Éloé. A partir de ese momento, la historia irá avanzando; dando pequeños saltos hacia adelante hasta llegar al presente, al momento en que se inicia el relato. El momento elegido para finalizar la obra, es un suceso que marcó la vida de todo el mundo. El 21 de septiembre de 2001. En ese momento Shina se despide de nosotros, contemplando incrédula ante la pantalla del televisor como dos aviones se estrellan contra las torres gemelas.

Un personaje a lo Emma Woodhouse de Jane Austen

En el prólogo se nos cuenta con acierto que Shina es una especie de Emma Woodhouse, la protagonista de la novela homónima de Jane Austen, pero tropicalizada; curiosa descripción, que más adelante comprobaremos que es totalmente cierta. Jane Austen dijo en alguna ocasión que su Emma era hermosa, lista y rica, pero también mimada; y que la elección del personaje, salvo a ella, no gustaría mucho. Shina es un buen reflejo de ese personaje de Austen, pero llevado a nuestros días, y la verdad es que no es por llevar la contraria, pero a mí, personalmente me ha encantado. Es un personaje que cambia a lo largo de la historia. Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas y eso es lo fundamental para que un personaje resulte creíble. No basta con crear un personaje, hay que hacerlo crecer, mimar esos detalles que le dan forma y cuidarlos con esmero para que evolucione, de lo contrario, tendríamos un personaje creado en una sola dimensión, completamente plano… y esos personajes aburren, no aportan nada a ojos del lector.

Reflejos de realidad que se esconden tras la ficción

Me gustan este tipo de relatos que, como digo, reflejan la realidad escondidos tras la categoría de ficción. Detrás de sus páginas, tras las vivencias de otras personas, podemos encontrar siempre alguna moraleja que nos haga reflexionar. Gracias al personaje de Éloé, Shina aprenderá a ver realmente cómo es la vida. La trama nos sitúa en un país ficticio de ese continente a veces tan olvidado, África. El país aparece bajo el nombre de Bahía de los Cocodrilos, y su capital es Transville, o como algunos la llaman la perla de las ciudades africanas o el pequeño París. Shina ha nacido en el seno de una familia acomodada, su padre es miembro del gobierno; un gobierno que no destaca precisamente por su honorabilidad. Esa clase favorecida a la que pertenece nuestra protagonista ha ido creciendo y afianzándose gracias a la falta de escrúpulos. Shina vive instaurada en su posición, ajena al malestar que crece a su alrededor, en una sociedad donde el odio va en aumento. Los elegidos, la clase triunfadora, viven en la opulencia sin cuestionarse nada; en ese momento entra Éloé en su vida y, gracias al niño, consigue quitarse el pañuelo que tapaba sus ojos comenzando a ver la realidad tal y como es… Pero, como siempre digo, hay que saber alejarse de los extremos, tan malos resultan unos como otros… La desigualdad que se vive en la sociedad hace que la violencia crezca día a día en las calles y esa tendencia lleva a que las ideas se radicalicen. El radicalismo, o esos que se ocultan tras la denominación de liberales, intentan instaurar su sistema de pensamiento único y terror, llevando al país a una crisis donde prima la intolerancia.

Una narrativa sorprendente

Lo que destaco por encima de otras cosas en este libro es la prosa arriesgada y valiente de su autora. No se si es una definición acertada o aceptada, pero es sencillamente lo que me sugiere. Esa osadía literaria, aún hoy en día y en determinados lugares, puede propiciar animadversión, rechazo o displicencia de algunos grupos o sectores… Y es que la autora no narra sucesos inocentes. Relata hechos reales o muy cercanos a la realidad. He dicho al empezar el comentario que la trama nos sitúa en un país ficticio, pero hay que ser realistas, leer entre líneas y reconocer que esos acontecimientos suceden también con frecuencia en otros puntos del globo. Otro detalle que también habría que destacar, es la capacidad de esta escritora para despertar las ideas y las emociones en los lectores. Con cada palabra, con cada frase, hace una crítica hacia esos gobiernos tiranos y despóticos que se venden al resto de países como democráticos. Con cada historia que nos relata, Fatou Keïta va derrumbando los discursos de esos grupos que intentan imponer unos ideales vacíos, basando sus argumentos en sentimientos como el odio y la violencia. Reconozco que es una novela que me ha sorprendido gratamente.

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